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jueves, 18 de marzo de 2010

Diálogo fragmentado.


Hace unos meses escribí, para la nueva novela, una conversación que se iniciaba con una respuesta a una pregunta que no aparecía redactada. Me parecía interesante iniciar así el diálogo, creando la sensación de que los personajes venían de estar hablando de un tema desconocido para el lector antes del que aparecía narrado en el libro.

Durante este tiempo he tenido siempre presente este 'juego literario'. En cada ocasión me parecía bien y mal a partes iguales; cada vez que lo repasaba quería borrarlo para acto seguido sentir que no debía alterar una sola palabra.

Unas semanas atrás redacté una nueva conversación (apenas unas frases) para los mismos personajes. Tenía claro que debía aparecer en el libro, pero no en qué momento de la narración. Sopesé cada una de las numerosas páginas en las que se les muestra juntos, pero en ninguna parecía encajar con la naturalidad necesaria. Hasta que me di cuenta que este intercambio de impresiones pertenecía al momento anterior a la conversación redactada hace meses. Era perfecto. Y la pregunta de uno conducía con una sencillez increíble a la famosa respuesta que hasta este momento no tuvo pregunta.

Ahora ya la tenía. El intercambio de impresiones siempre se dialogó así, pero había tardado en escucharlo y comprenderlo.

La respuesta sin pregunta deberá esperar a una mejor ocasión.

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