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sábado, 30 de mayo de 2009

Interferencias


La coincidencia ha provocado que estos días hayan convergido tres circunstancias literarias. El premio de Burgos, la corrección de 'Illius', el redactado de 'Mientras seamos niños', con el que ya llevo meses embarcado, meses que vienen de años preparándola lentamente en la trastienda de la imaginación.


Aprendizajes. El orgullo peligroso del premio, que con su luminosidad puede ocultar en la oscuridad de las sombras el relato en sí, que es a fin de cuentas lo único que ha importado desde el principio. La lectura incómoda y nerviosa de la novela finalizada, el último escollo antes de su partida a manos del corrector, la imprenta, el difuso entorno de las librerías.


Transversalmente, la novela que ahora tengo entre manos, el placer de anotar ideas en la libreta, expresiones, miradas de un personaje, silencios de otro. La deliciosa angustia de tener la necesidad de sentarme ante el ordenador y no parar de escribir hasta el punto final por miedo a que me pase algo y los destinos de los personajes queden siempre inacabados. El placer de saber que sus historias han quedado en el punto muerto desde el que las he de retomar, día a día, minuto a minuto. Abrir los ojos por la mañana pensando en ellos, cerrarlos por la noche tratando de comprenderlos.


Conclusión. La escritura es lo único que cuenta. Lo que viene después se parece demasiado al vacío que precede a las palabras sobre el papel.